Sobra decir, que este Ninja terminó con un ojo morado, la nariz sangrando, sin confites, y lo peor, con la moral en el suelo.
Regresar a mi casa humillado y ver la cara asustada de mi mamá fue suficiente para que Halloween se convirtiera en una fecha no grata. Ya los otros años pasaron sin pena ni gloria. No más celebraciones de Halloween para mi o para mis amigos.
Ya no salíamos disfrazados como antes, pero las noticias de robos, pleitos, asaltos y cosas malas abundaban. Se había convertido en un día peligroso. Una moda Yanky que nada bueno nos hacía.
Ya un poquito más grande, por allá del 1996 o 1997, el gobierno tomó cartas en el asunto declarando el día de Halloween, como día Nacional de la Mascarada. Un movimiento bastante inteligente, creo yo.
No más robos, asaltos o peleas. Ahora escuchaba la Cimarrona sonar y sabía que venían aquellas mascaradas que correteaban a los chiquillos.
Cambiamos los ninjas por la Giganta, los piratas por el diablo y los zombies por la calavera.
Para quienes ya somos un poquito más grandes, se nos hace difícil ver las Mascaradas sin detenernos, aunque sea unos segundos para observarlas.
Y ni hablemos de los más grandes. Te cuentan la historia completa. Que las Mascaradas en Costa Rica nacieron en Cartago, allá por 1849 para entretener a los habitantes de los pueblos.
Que la música se tocaba con un tambor y una chirimía (instrumento ya extinto). La Chirimía es un instrumento de viento, abuelo de la flauta, el oboe o la dulzaina.
Que después de algunos años, la Chirimía le dio paso a saxofones, clarinetes, tubas y trompetas y todo en conjunto pasó a ser llamado Cimarrona.
Esa es la historia corta. La historia larga, habla de influencias europeas y africanas en el período colonial.
Pero eso, es otra historia.